Ajuste de Cuentas (V)

Ayer me dio una tregua la tristeza. Desayuné con Daniela y fuimos a comprar su regalo de cumpleaños (el qué me habías dicho tú, que le querías hacer). Luego me fui a comer con tus hijos al Nabuco. La verdad, Carlos, tienes tres hijos maravillosos: dulces, cariñosos, buenas personas y con la cabeza bien amueblada.  Lamento no haberles tenido más cerca durante todos nuestros años.

En fin, la comida, además de sabrosa, fue divertida. Eva recordó que ahí te gustaba comer las berenjenas, pero nadie las pidió. Concretamos las cosas que quedan por concretar y que parecen complicadamente concretables.

Conclusión, el sábado nos vamos todos para el norte, pues resulta que tus queridos Miguel Trevin y Avelino te han organizado un homenaje en Llanes. Creo que va a ir media Asturias por ahí. Ya le avisé a Luis Arias Arias que ha sentido mucho tu partida y él a su vez le avisará a otros y esos a otros y, bueno, ya sabes como funciona la cosa.

El caso es que después iba a ver a Ruth pero, por una absurda desconexión de teléfonos de mi parte y de la suya (todo hay que decirlo), cuando conseguimos hablar, yo ya estaba metida en el supermercado. Le dije que la llamaría cuando terminara de hacer la compra.

Así pues, con mi carrito fui recorriendo los pasillos. Había demasiada gente ¡a quién se le ocurre ir en sábado! Me comencé a agobiar y a andar más de prisa. Puse el automático y a meter lo que necesitaba, apenas sin mirar. Al final, como siempre, la comida de los perros y la gata.

Busqué la caja con menos cola, puse la compra en la cinta y de pronto ¡Joder! Me doy cuenta de que llevo un montón de cosas que no son para mí, pues no me gustan. Todo aquello que compraba sólo para ti: espárragos, mejillones, cuajada, berenjenas, chocolate Lindl (y no de otra marca)… Así que, toco retirada, vuelvo a meter todo en el carrito, sonrío a  la mirada sorprendida de la cajera y doy marcha atrás.

Por alguna razón que no cuestioné, me sentí en la necesidad de devolver todo a su sitio, cuando lo más fácil habría sido dejarlo en la misma caja. Pero no, necesitaba volverlo a poner uno por uno en su lugar. Como si de una lección de infancia se tratara. Para que no me olvide que, a partir de ese momento, la manera de comprar ha cambiado extrañamente.

Pasé por la caja rápida. Comida de gato, comida de perro, café, una botella de leche, algo de queso y un poco de agua con gas.

Al subirme al coche, le mandé a Ruth un mensaje: «Me voy a casa, me urge recolocar la despensa».

5 comentarios en “Ajuste de Cuentas (V)

  1. Es hermoso lo que has escrito. Espero que el sábado en Llanes tengáis buen tiempo, que es lo que los asturianos decimos siempre cuando queremos desear que algo salga bien, como si diéramos por supuesto todo lo demás (la gente, el acto, el lugar…) y tan sólo el tiempo, la perenne lluvia, pudiera estropear las cosas. Seguro que es una acto bonito y emotivo, lástima no poder estar.
    Devolver las cosas a su sitio… me recuerda algo mío. Una lección de infancia; sí, lo parece; dice, seguramente, mucho de tu carácter y determinación. Es curioso lo que puedes llegar a saber o imaginar de una persona sin ni siquiera haber hablado una sola vez con ella.
    Mis mejores besos y abrazos, querida Alejandra.

  2. Es difícil desacostumbrarse a la costumbre. El subconsciente tiene esa forma de sutejarnos a los recuerdos, pero tu sabes como reaccionar sin perderlos, y sin perderte en ellos.

    Un fuerte abrazo.

    José Ignacio

  3. Querida, siento el maldito desencuentro con mis dos móviles, que ya me han dado más de un problema y todos se me quejan. Procuraré estar más atenta.
    Qué bien describes el desconcierto en el supermercado…
    Un beso, cariño.

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