Edad(es)

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― ¿Cómo vas de novios?

― ¡Uy, fatal! El mercado no anda bien. Más bien escaso.

― Pues yo estoy harta, querida. Todos los hombres que se me acercan sólo buscan eso…

― ¿Eso?

― Sí… eso… ya sabes… lo único en lo que piensan… en sexo…

― ¡Abuela!… ¡Por dios!

― ¡Es que es así, hija! Qué le voy a hacer… Quién me iba a contar a mí, que a esta edad tendría más jaleo que cuando tenía la tuya y era una buena moza… Pero es que estos hombres mayores, van a lo suyo y punto. No se andan con rodeos ni medias tintas… ¡Y ellas, ni te cuento!… Menos mal que tu abuelo ya no está, qué si no, tendría que andarle espantando a todas esas viejas glotonas…

Sin salir de su asombro y tratando de evitar la imagen de su abuela en una escena pasional, la nieta la miró con preocupación, aunque, según el médico, la cabeza y el cuerpo le iban estupendos para sus setenta y nueve años. Bebió un poco de té.

― Pues ya me gustaría un poco de lo tuyo, abuela… Al contrario que a ti, yo sólo encuentro hombres que desean tranquilidad. Me agradecen que los escuche y no les presione, sea lo que eso signifique. Estresados por el trabajo o por una ex mujer que les quitó la casa y no les deja en paz. Con hijos adolescentes que adolecen tanto como ellos. Hombres interesantes, pero cómodamente instalados en su piso de soltero en el que apenas cabes unas cuantas horas.  Cultos, listos, guapos. Preocupados por el dinero y por su futuro. Son tan simpáticos como temerosos.  Deportistas, sanos, que se cuidan el cuerpo y la piel…  Y, de vez en cuando, se acuerdan de “eso”…

― ¿Del sexo?… ¡Ay, hija!… Pues no veas aquí en la residencia… Te digo yo que la tercera edad está para la fiesta…  De haberlo sabido, llego antes… Como no tenemos nada que perder, sino todo por ganar… Créeme, te aseguro que al llegar a mi edad, echarás de menos esas tardes de plácidas charlas…

La abuela rompió a reír a carcajadas, ante el desconcierto de su joven nieta.

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